sábado, 15 de octubre de 2011

Eneagrama y los tipos de personalidad

¿Qué es el eneagrama?

El eneagrama es un prodigioso sistema que identifica nueve tipos distintos de personalidad, denominados eneatipos, mezclando elementos de la mística oriental con la psicología occidental. Los orígenes del eneagrama se remontan a Oriente Próximo. Fue transmitido oralmente por los maestros sufíes hasta  principios del siglo XX, momento en que se publicó el primer libro sobre el eneagrama.
Pese a que Dante y filósofos como Pitágoras y Aristóteles lo utilizaran en su obra y enseñanzas, su máximo representante fue George I. Gurdjieff, quien  introdujo el término por primera vez  y lo popularizó en Occidente.No obstante, fueron su discípulo, Piotr D. Ouspensky, y los psiquiatras Óscar Ichazo y Claudio Naranjo, quienes aportaron nuevos descubrimientos y se encargaron de explicarlo en detalle. 
Claudio Naranjo lo vinculó al estudio de la personalidad y lo integró en el conocimiento psicológico moderno. 
Actualmente, el eneagrama está considerado como el sistema de identificación de personalidad más completo, sofisticado, práctico y útil, jamás descrito.


Estructura y funcionamiento

La palabra eneagrama deriva del griego ennea gramma, que significa figura de nueve lados. De ahí que, tal y como ilustra la figura 1, el eneagrama esté representado por una estrella de nueve puntas inscrita en un círculo. 
El círculo representa el mundo y, las puntas, las diferentes maneras de percibirlo. Para identificar mejor cada variante, se le asignó una cifra y un nombre a cada una, constituyendo así los nueve tipos distintos de personalidad: 
1.     El perfeccionista 
2.     El altruista 
3.     El ejecutor 
4.     El romántico 
5.     El observador 
6.     El leal 
7.     El epicúreo 
8.     El jefe
9.     El mediador


Ningún eneatipo  es mejor o peor que otro; simplemente, cada uno es diferente. A cada eneatipo se le atribuyen unas virtudes y unos defectos básicos, que han llegado a compararse con los nueve pecados capitales de la Divina Comedia de Dante, gran conocedor del eneagrama.
Mientras que las virtudes simbolizan las fuerzas que impulsan hacia el crecimiento y el desarrollo personal, los defectos representan las fuerzas que impulsan hacia comportamientos conflictivos. Del equilibrio entre ambas surgen las diferencias individuales de cada eneatipo. Así pues, dentro del mismo eneatipo, podemos estar más o menos evolucionados, según  tengamos más desarrolladas unas características u otras de nuestra personalidad. Asimismo, las flechas y las alas, que conectan y delimitan a cada número, también influyen sobre el comportamiento de cada uno de ellos.

En la actualidad, se ha clasificado a los nueve tipos en tres grupos: el cordial,  el cerebral y el visceral. 
Al grupo de los cordiales, constituido por los eneatipos 2, 3 y 4, les caracteriza su afán por establecer relaciones cordiales y su necesidad de agradar a los demás. El dos asume el rol de ayudador  y actúa de modo afectuoso; el tres muestra su lado más positivo, en función de los convencionalismos sociales del momento; y el cuatro intenta expresarse a sí mismo presentándose como alguien original y diferente. 
Los eneatipos 5, 6 y 7 conforman el grupo cerebral del eneagrama. Su máxima es enfrentarse al miedo existencial. Así pues, el 5 se cobija en su conocimiento, el 6 se rebela contra la autoridad y el 7 elude el miedo y las emociones desagradables en general. 
Por último, el grupo visceral, compuesto por los eneatipos 8,  9 y  1, centra sus problemas en la impulsividad y la cólera. Mientras el ocho rehuye  manifestar su ira, el nueve desconoce su propia capacidad agresiva y el uno la reprime. 
Si bien es cierto que las mejores relaciones se dan entre los eneatipos de  un mismo grupo, la comunicación con los restantes es necesaria para el equilibrio personal de cada uno en particular. 


Principios fundamentales 

La pertenencia a un eneatipo determinado es innata, es decir, la elección no es voluntaria. Esto se debe a que, cada eneatipo, en función del ambiente familiar que haya tenido, adopta inconscientemente un mecanismo de defensa que desarrolla en su edad adulta. Dicho mecanismo cumple la función de encubrir los motivos ocultos por los que se comporta de un modo en concreto. Pese a que nos podamos ver influenciados por otros eneatipos o incluso apropiarnos de  algunas de sus características, mayoritariamente nos comportamos según el esquema del nuestro.


Los nueve tipos de eniatipos

Eneatipo 1: Perfeccionista
El eneatipo 1, integrado en el grupo visceral, suele calificar de muy dura su infancia. Esta afirmación es cierta en cuanto a que, durante su niñez, fue severamente criticado o castigado. Para escapar de los problemas, se obsesionó intentando ser bueno y correcto en todo momento. No es de extrañar, entonces, que el uno sea perfeccionista, meticuloso, auto disciplinado, cumplidor e hipercrítico con los demás, con el enorme sacrificio   el gran control interno que ello conlleva. 
Al perfeccionista le aterra tanto  cometer errores, que con frecuencia antepone el deber al placer. Para él, sólo hay una forma correcta de hacer las cosas: la imperfección le irrita.  Además, tiende a la corrección en las formas, al control de sus reacciones, a la rigidez y a la falta de espontaneidad. Cree estar dotado de un alto sentido ético y moral y es respetuoso hacia las reglas y normas sociales. Su elevado nivel de exigencia le lleva a una fuerte ira interna, que reprime y sólo manifiesta de forma racionalizada, corrigiéndose y corrigiendo a los demás, defendiendo con ahínco lo que cree justo.
En contraposición a esta rigidez tan característica de su eneatipo, el uno se distingue positivamente del resto, por su capacidad de concentración en el trabajo bien hecho.



Eneatipo 2: El atruista
Este eneatipo, incluido en el grupo de los cordiales, también es conocido como el ayudador del eneagrama. De muy niño aprendió que, para ser querido y aceptado, debía ser siempre agradable y afectuoso. Asimismo,
se acostumbró a actuar satisfaciendo las necesidades ajenas. En consecuencia, ya de adulto, siguió basando su comportamiento en la búsqueda de aprobación. De hecho, el núcleo más importante de su vida son las relaciones. Tiene la imperante necesidad de sentirse amado, protegido e importante en la vida de los demás, para satisfacer su necesidad encubierta de amor. 
Al dos le gusta ayudar a los demás y sentirse imprescindible, pues necesita sentirse necesitado, tendiendo incluso a descuidar sus propias necesidades, para complacer a los otros, con la secreta esperanza de que, de esta manera, será correspondido sin tener que pedir. Su mensaje oculto es: "te doy para que me quieras".  No obstante, cuando el balance entre lo que da y lo que recibe no está equilibrado, el altruista se siente explotado y decepcionado. Es en estos momentos cuando exterioriza su mayor defecto, el orgullo. Sin embargo, también se sirve de la manipulación para obtener los resultados deseados. Otro rasgo destacado de su personalidad es su imagen amable y seductora.



Eneatipo 3: El ejecutor
El eneatipo tres, perteneciente al grupo cordial, vivió una infancia basada en las recompensas que recibía por cada uno de sus logros. Tanto su imagen como su actuación primaban sobre los aspectos emocionales. A raíz de esto, aprendió a reprimir sus propias emociones y a centrar su atención en adquirir estatus que le garantizara el amor. 
En la edad adulta elude el fracaso porque está convencido de que sólo los ganadores son dignos de amor. De hecho, suele aparcar sus sentimientos, especialmente los que podrían hacerle parecer débil o descubrir su vulnerabilidad, para centrarse en conseguir objetivos profesionales, triunfar y adquirir estatus social. 
El ejecutor es básicamente luchador, competitivo, dinámico, pragmático y socialmente brillante. La imagen que da es muy importante para él y sabe ajustarla a las expectativas del otro. Camaleónico y buen vendedor de sí mismo, a menudo confunde la imagen que da, con su propio ser. Se podría decir que, por su forma de ser en conjunto, representa aquello que más valora la cultura norteamericana. 
En general, le conviene trabajar la sinceridad, la honestidad y la   propia transparencia, prestando más atención a sus sentimientos y necesidades.  También debería dedicar más tiempo al ocio y al descanso.


Eneatipo 4: El romántico  
Este eneatipo, englobado dentro del grupo de los cordiales, experimentó el abandono, en forma de divorcio o separación de los padres, en su más tierna infancia. De modo inconsciente, sufre por la carencia que conllevó esa vivencia y, asimismo, envidia lo que tienen los demás, percibiéndolo como algo que a él le ha sido negado. 
Por eso, en la edad adulta, busca la intensidad emocional y el dramatismo, para sentirse vivo. El romántico está secretamente convencido de que la gente le abandona porque posee una tara personal que provoca rechazo. Tanto es así, que reproduce constantemente su traumática experiencia abandonando a sus parejas o siendo abandonado por ellas. Por otra parte, al verse muy diferente a los demás, potencia este rasgo de distinción sintiéndose especial. Así pues, no es de extrañar que se le califique de bohemio, raro, original, distinto, e incluso excéntrico. El cuatro necesita calor afectivo, compartir su estado de ánimo, sentirse escuchado y querido, vivir momentos únicos, intensos y excepcionales. Fundamentalmente es romántico, sensible, creativo, preocupado por la belleza y la estética, con tendencias artísticas. Rechaza la rutina y la vulgaridad. 
Su máximo defecto es la envidia, pero también le definen rasgos negativos, tales como su propensión a los altibajos emocionales y a la depresión, su visión fatalista de la vida y su tendencia a vivir en el pasado o en el futuro, pero difícilmente en el presente. 



Eneatipo 5: El observador
Este eneatipo, integrante del grupo cerebral, se sintió muy invadido en su infancia: careció de intimidad y su privacidad fue violada. Este es, a menudo, el caso de los hijos de familia muy numerosa. A consecuencia de esto, el cinco elaboró una estrategia consistente en retirarse y aislarse para proteger su espacio privado. Para él, el mundo exterior es amenazante y peligroso. 
Así pues, el cinco es muy celoso de su intimidad y le gusta observar más que participar. Como le cuesta expresar sus emociones, suele mantener una actitud fría y distante, protegiéndose excesivamente del contacto con los demás. Estar demasiado tiempo con los demás le fatiga porque sus demandas afectivas le hacen sentir inseguro. Y, ciertamente, le resulta más fácil sentir y ordenar sus emociones cuando está solo. 
Lo que más le apasiona es analizar, comprender y acumular conocimientos. Tiende a ser independiente y autosuficiente. En general, le convendría aprender a tolerar sus sentimientos, sin desconectarse, y a no esconderse cuando los demás buscan una respuesta de ellos. También les beneficiaría compartir sus conocimientos y sus emociones, para salir de su aislamiento.



Eneatipo 6: El leal
El eneatipo seis, también integrante del grupo cordial, creció en un ambiente familiar hostil, generalmente marcado por unos padres dominantes y autoritarios que, además de castigarlo y humillarlo, no le inspiraban ninguna confianza. Estos castigos respondían a la inestabilidad paternal, más que a un mal comportamiento del seis. En consecuencia, éste perdió la fe en la autoridad y empezó a sospechar de las intenciones de los demás.  
No obstante, pese a que, de adulto, le cuesta confiar en los demás, cuando lo hace, denota un elevado sentido de la lealtad. En su edad adulta, el leal opta, o bien por encontrar una figura protectora sólida, o bien por desafiar a la autoridad.  
Este eneatipo exagera los peligros y evita los riesgos, mostrándose excesivamente prudente y temeroso. Sin embargo, aunque esté siempre alerta, detesta sentirse observado. Antes de actuar, da muchas vueltas a la situación y  tiene muchas dudas. Aparte, posee un estricto sentido del deber y suele aferrarse a las normas y a las cosas previsibles, para obtener seguridad. Le agrada defender a los débiles, aunque vea la batalla perdida de antemano.  
En general, le conviene aprender a correr riesgos, a actuar y a seguir adelante ,aún sintiendo miedo, y a tomar decisiones para ganar confianza en sí mismo. No debería eludir responsabilidades escudándose en la autoridad.



Eneatipo 7: El epicúreo
El eneatipo siete es el tercer y último miembro del grupo cerebral. Recuerda su infancia con cariño, ya que todos los recuerdos que tiene de ella son agradables. De todos los eneatipos, el siete, se caracteriza por haber tenido la infancia más idílica. 
Teniendo en cuenta esto, no es de extrañar que el siete sea optimista por naturaleza, pues para él la vida es una fiesta continua. El epicúreo, como su nombre indica, busca constantemente el placer, la aventura y el hedonismo. Por otra parte, posee una mente ágil, así como una imaginación privilegiada, y es un conversador brillante y persuasivo. 
Como contrapartida, le cuesta afrontar las realidades dolorosas de la vida. Intenta evadirse del aburrimiento y del dolor manteniendo altos niveles de excitación, realizando muchas actividades y dejando múltiples opciones abiertas. Adora la novedad, tener muchos proyectos y estar continuamente en movimiento, pero le cuesta terminar lo que ha empezado. Indisciplinado y auto indulgente, no soporta los límites, ni sentirse atado por compromisos.
Le conviene aprender a llevar adelante los compromisos adquiridos,  en lugar de buscar continuamente la novedad y el cambio; a saber establecer prioridades sin dejarse llevar por los impulsos del momento; a afrontar el dolor cuando es necesario, resistiendo su tendencia a evadirse en la búsqueda compulsiva de placer o a exagerar el lado positivo de las cosas,  y  a profundizar más dando preferencia a la calidad ,antes que a la cantidad.



Eneatipo 8: El jefe
El eneatipo ocho, integrante del grupo visceral, se crió en un ambiente combativo ,donde los fuertes eran respetados y los débiles no. Su temor a encontrarse en desventaja hizo que se protegiera, llegando a desarrollar una exquisita sensibilidad para detectar las intenciones negativas de los demás. Ya de adulto, el ocho se crece con el conflicto, no le asusta. 
Se identifica a sí mismo como un justiciero deseoso de defender a los débiles y de luchar contra causas injustas. El jefe es una persona  visceral, impulsiva, directa, dominante. Por lo general, ha desarrollado excesivamente su agresividad y su lado duro, en detrimento de su lado más tierno y sensible. Le gusta tener control de las situaciones e imponer sus propias reglas. Es combativo, pasional y capaz de tomar decisiones rápidas. Se abre camino por la fuerza y tiende a saltarse las prohibiciones y los límites. Siente una gran energía que se manifiesta, sobre todo, a través de la ira. A menudo, busca la confrontación para conocer las motivaciones del otro y saber dónde situarle, como amigo o como enemigo. El asunto central para él es: "¿quién tiene el poder?" Es muy fiel a sus amigos. Pese a tener un gran corazón, demuestra su afecto protegiendo.



Eneatipo 9: El mediador
Este eneatipo, también considerado el pacificador del eneagrama, pertenece al grupo visceral. Dado que el eneatipo 9 se sintió ignorado durante su infancia; bien porque sus opiniones no eran tenidas en cuenta, o porque sus hermanos le eclipsaban, aprendió a anestesiar sus  necesidades e incluso a olvidarse de sí mismo. De ahí que a menudo se fusione con los deseos de los demás y los sienta como propios.
El mediador teme hasta tal punto la separación y anhela tanto la armonía en sus relaciones, que opta por reprimir su ira para evitar confrontaciones y conflictos. Por esta razón, le gustan la tranquilidad, la comodidad y una cierta rutina. El nueve es conocido por su carácter bondadoso y conciliador. De todos los eneatipos, él es el que mejor  sabe escuchar y comprender a los demás, poniéndose en su lugar. No obstante, detesta sentirse presionado y es incapaz de  tomar decisiones con rapidez. 
Su mayor defecto es la pereza, ya que le cuesta diferenciar lo importante de lo secundario y tiene tendencia a una cierta indolencia y a postergar. En ocasiones puede mitigar su ansiedad comiendo o bebiendo en exceso.

jueves, 13 de octubre de 2011

Dejar ir

El proceso de desprenderse de algo es por cierto difícil. Los seres humanos solemos ser muy posesivos, y ademas nos apegamos a nuestro entorno; la rutina, la presencia de nuestras cosas y de nuestros seres amados, forman parte de nuestra seguridad. Por eso, cuando experimentamos una perdida, esa seguridad se resquebraja, en mayor grado cuanto mas grande es la perdida.

San Francisco de Sales, el fundador de la orden salesiana y patrón de los escritores y periodistas, decía: "¿Quieres que no os sea sensible la perdida de las cosas del mundo? No deseéis con ansia lo que no tenéis, ni améis con exceso lo que poseéis".

Esto puede aplicarse a muchas cosas, no solo a lo material. Amar en exceso, incluso a una persona, no siempre es algo saludable: no es amor, sino dependencia. El apego extremo hace mas dolorosa la perdida, porque esta es mas devastadora cuanto mas valor le damos a lo que perdemos.

Y sin embargo, lo hacemos. En ocasiones nos olvidamos de nosotros mismos para entregarnos por completo a una pareja. Cuando esta muere, o nos abandona, nos sentimos perdidos y vacíos. Como si toda nuestra vida tuviese valor solo en función de la presencia de esa persona. En estos casos, sufrimos la perdida mas destructiva de todas: nos perdemos también a nosotros mismos.

El amor saludable es aquel que deja ir, que respeta la libertad del ser amado. Bien decía Antoine de St. Exúpery, el creador del principito: "si amas algo, déjalo ir ...".

En la serie "los años maravillosos", alguna vez se dijo lo siguiente: "El recuerdo es una forma de preservar las cosas que amas, las cosas que te hacen ser lo que eres, las cosas que nunca quieres perder." Atesorar los recuerdos felices que tuvimos con aquello que perdimos puede ser una manera de conservarlos como parte de nuestra vida, aunque para algunas personas el ya no tenerlo es precisamente lo que hace mas daño.

Ese es el problema con el acto del desprendimiento, con ese "dejar ir": la falta física de lo perdido. Durante nuestra vida aprendemos muchas cosas, pero nadie nos enseña a lidiar con la perdida. Le ponemos demasiado valor a lo que tenemos, o desarrollamos con las personas por una tremenda relación de dependencia.

No esta mal llorar una perdida; es natural extrañar la presencia de alguien amado. Pero no tenemos derecho a que esa perdida empañe el resto de nuestra vida. Doloroso como parece, debemos aprender a dejar ir.

sábado, 8 de octubre de 2011

La perdida

La perdida, cualquier perdida, sacude nuestro mundo conocido, nuestra rutina, el orden de las cosas. Desde la mas pequeña, que nos da corajes, como perder las llaves o que nos roben la cartera, hasta la mas grande e irreparable, que nos devasta, como la muerte de un ser querido. Perdidas mayores y perdidas menores, irremediables o no, todas aportan su carga de dolor, de estrés y de enseñanza.

Mucha gente ha dicho que lo peor de la perdidas que la vida no se acaba con ella. Al contrario, sigue adelante con sus exigencias, dejándonos atras, quitándonos el aliento, demandando de nosotros una fuerza que, al menos en ese momento no se tiene.

Sin embargo, son esas pequeñas o grandes cosas cotidianas que no podemos dejar de hacer, las que abren pequeñas ventanas en nuestras pena y constituyen un vinculo con la realidad. Cosas tan sencillas como lavar los trastes, hacer la cama, poner la ropa en la lavadora, llevar a los niños a la escuela, o cosas no tan simples como, volver al trabajo, son de hecho asideros que nos recuerdan que seguimos vivos a pesar de nuestra experiencia, y que no debemos dejar pasar mucho tiempo antes de volver a la normalidad.

La perdida nos lastima, pero también nos ayuda a crecer espiritualmente, a hacernos mas fuertes, mas maduros, mas sabios. Este tipo de golpes de la vida que, si logramos superar, salimos de la experiencia con un nuevo conocimiento de nosotros mismos y de nuestra propia fortaleza.

Ademas, la perdida es inevitable. Durante toda nuestra vida experimentamos continuos procesos de perdida y ganancia. Así, las perdidas pueden ser de muchos tipos y dimensiones la separación de nuestra pareja por un divorcio, perder un empleo, una mascota querida, un nivel socio-económico, nuestras posesiones, incluso la perdida de nuestro sentido de orden, de seguridad, de control.

Cualquier cambio implica también una perdida: perdemos lo que dejamos atrás. El hecho de sustituir lo que teníamos por algo nuevo puede a veces ser una experiencia difícil, por que siempre implica tomar unas decision: quedarnos como estamos , o atrevernos a cambiar.

martes, 4 de octubre de 2011

Sex appeal

Atracción física/sexual se refiere a la generación de actitudes positivas por  una persona, favorecida porque tal persona posee o muestra determinadas características físicas y sexuales deseables. Es una atracción basada fundamentalmente en el interés que su aspecto genera en la otra persona y en el deseo sexual. Si bien la necesidad de afiliación es la que nos lleva a establecer relaciones interpersonales, el deseo sexual es el que permite la aparición de la atracción sexual, base sobre la que se establece todo el fenómeno amoroso. Se trata de impulsos sexuales indiscriminados que nos empujan a buscar pareja sexual, que se transforman, posteriormente, en atracción sexual selectiva por individuos concretos.

La atracción física y sexual por una persona va a generar unas expectativas sobre la posible ocurrencia de eventos que producen placer y gratificación. En este momento se unen la excitación producida por los deseos sexuales y la producida por las expectativas sociales aprendidas y se enfocan hacia una misma persona, apareciendo el estado que llamamos de enamoramiento. Este estado puede verse potenciado si existe una reciprocidad de atracción y una disponibilidad mutua.

A diferencia del enamoramiento, que puede ser unilateral, el amor aparece tras una fase de enamoramiento recíproco debido principalmente al desarrollo activo de un extraordinario grado de intimidad (apoyo emocional y material, complementariedad de necesidades, comprensión mutua, comunicación íntima… y un progresivo compromiso). Se entiende como un estado que incluye cierto grado de atracción sexual recíproca, una intimidad muy especial y un fuerte compromiso mutuo.

Los estímulos que producen atracción se centran principalmente en: 1) características que, bien de forma natural o bien por costumbres socioculturales, diferencian a uno y otro sexo, 2) signos de salud y juventud y rechazo los signos de enfermedad y vejez, y 3) cualidades externas (por ejemplo, la forma de vestir).

Otros pilares básicos de la atracción sexual son la posesión de características deseables y la semejanza. De hecho, los aspectos deseables por los hombres en el sexo opuesto se centran en belleza física, erotismo, afectividad y habilidades sociales, mientras que las características preferidas por las mujeres en el sexo opuesto están relacionadas con liderazgo, competencia laboral y estatus socio-económico-cultural.
Probablemente, lo que produce mayor atracción personal en un primer momento es la similitud de actitudes, opiniones e intereses.
La atracción sexual en humanos y otros animales tienen en común el instinto biológico, los sentimientos, emociones y pensamientos que involucran un significado importante en la atracción. Depende mucho de la percepción de los sentidos, la idea propia de lo que una persona considere sexualmente atractivo y los comportamientos del individuo.
Un primer encuentro exitoso entre ambos sexos dependerá en gran medida de la percepción de cada sentido. Si se demuestra la compatibilidad entre ambos individuos se logrará llegar al acto sexual, determinante para la conservación de la especie. Gran parte de la atracción sexual humana es dirigida por el atractivo físico. Esto involucra los sentidos, sobre todo, en el comienzo:
  • Vista. La percepción visual llega a la retina y el nervio óptico traslada esta información a la corteza cerebral. Una vez allí se decodifica la información y se produce la interrogante: ¿es atractivo(a) o no? La mayoría de las mujeres, concentra su vista en el rostro, espalda, brazos, manos y pies de un hombre; por otra parte, los hombres se fijan más en el rostro, senos, caderas, trasero y piernas de una mujer (en especial los muslos).
  • Audición. Las ondas sonoras llegan al oído y la energía mecánica es transformada en energía bioeléctrica. Aquí se produce una vibración que llega a la corteza cerebral y es decodificada relacionando sonido con imagen, lo que crea una imagen acústica. El cerebro compara la información con lo que se considera atractivo, si existen coincidencias se generará atracción sexual.
  • Olfato. El olfato es un sentido muy sensible y poderoso. Es el único que viaja directamente a la corteza cerebral, por lo cual es el sentido más rápido de todos. Éste determinará, según el olor, considerar a alguien agradable o repulsivo; un resultado positivo será fundamental en el proceso de atracción.
  • Tacto. La piel alberga al sentido del tacto, el más extenso de todos. Las yemas de los dedos junto con los labios constituyen las áreas más sensibles y con más nervios perceptivos del cuerpo. Una estrategia sería entonces estimular la piel del otro individuo, con respeto y ternura. Sin embargo, es importante cuidar la primera impresión, al momento de conocer a la persona; si se comete un abuso puede resultar perjudicial en el proceso de atracción.
  • Gusto. La lengua posee entre 5 y 12 mil papilas gustativas y puede distinguir cinco sabores: dulce, salado, agrio, amargo y umami. Si en la interacción con el sexo opuesto se presentan comidas con sabores agradables el cerebro puede relacionar el momento y el sabor agradable con la persona; en consecuencia, se desarrolla la atracción sexual.
Aunque los gustos y preferencias sexuales de cada persona suelen ser muy variados en relación a otros individuos, una mezcla de buenas impresiones a los sentidos puede generar un "disparo" de atracción sexual.